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LOS COCHES ‘ZOMBIS’ DE ORADOUR-SUR-GLANE

El tiempo se detuvo el 7 de junio de 1944, cuando la tragedia nazi asoló Oradour-sur-Glane (Francia). Los coches, sus esqueletos, siguen allí.

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Sábado 10 de junio de 1944. Dos menos cuarto de la tarde. Un convoy militar compuesto de diez vehículos ligeros, tres camiones y dos blindados acaba de llegar a Oradour-sur-Glane, una pequeña y tranquila población de 1.500 habitantes, situada en la región del Lemosín (Francia central), a 23 kilómetros de Limoges. Se trata de la Tercera Compañía del I Batallón del regimiento Der Führer, de las temidas Waffen-SS, las tropas de élite del III Reich de Adolf Hitler.

El doctor Emil Desorteaux regresaba en ese momento al pueblo tras atender una urgencia en un pueblo vecino, y no le dio tiempo a dar la vuelta. Uno de los SS le pidió amablemente que condujera su Peugeot 202 hasta la Plaza del Mercado, el centro neurálgico de la población, donde se había conducido a todo el pueblo, hombres, mujeres y niños, en medio de un tétrico silencio.

A partir de ahí la historia se volvió trágica. Se separó a los hombres de las mujeres y niños. A ellos se les dividió en cuatro grupos, que fueron conducidos a diversos lugares del pueblo, donde fueron fusilados sin más miramientos. Murieron 190 hombres aquel día en Oradour-sur-Glane.

Las mujeres y los niños, el más pequeño de tan solo siete meses, corrieron peor suerte todavía. Cuando todos ellos estaban siendo introducidos a la fuerza en la iglesia del pueblo explotó una granada en su interior. Las mujeres, aterrorizadas, intentaron salir, pero los nazis respondieron haciendo sonar sus fusiles automáticos, por los que las desgraciadas y sus vástagos no podían más que entrar en un templo que había empezado a arder. Aquella tarde 245 mujeres y 207 niños murieron abrasados en el infierno de la iglesia de Oradour. Solo se salvó la joven Marguerite Rouffanche, que consiguió saltar desde una ventana a más de tres metros del suelo. Y aunque recibió cinco disparos, logró engañar a los alemanes haciéndose la muerta y huir después, gravemente herida.

En total, fueron 614 las personas asesinadas por las tropas de Hitler aquella trágica tarde de junio de 1944, el doctor Desorteaux incluido. Entre los muertos había dos familias, 18 personas en total, de refugiados españoles que habían huido de la represión franquista a la conclusión de la Guerra Civil. El que nace desgraciado, muere desgraciado.

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No se sabe a ciencia cierta las causas de tamaño crimen. La más extendida habla de la rabia asesina de los nazis, pues tan solo cuatro días antes se había producido, 500 kilómetros al Norte, el mítico Día D, el Desembarco de Normandía que inclinó la balanza de la II Guerra Mundial a favor de los aliados.

Charles de Gaulle, jefe del Gobierno francés al terminar la guerra, ordenó que las ruinas de Oradour-sur-Glane quedaran tal cual las dejaron los nazis, que tras asesinar a todo el pueblo lo quemaron casi por completo. Hoy esos esqueletos de piedra conforman la llamada «ciudad mártir», y nos recuerdan la barbarie a la que puede llegar el ser humano.

El lugar, una atracción turística de las que dejan huella, guarda todavía algunos supervivientes. Son los coches, mudos esqueletos oxidados y en algún caso retorcidos por el fuego, testigos de uno de los días más tristes de la II Guerra Mundial. Nada más entrar nos encontramos con el taller, donde aún se vislumbra un cartel publicitario de Renault de la época, en los muros ennegrecidos por aquel fuego maldito de 1944.

El garaje de Oradour ya no recibe coches, pero sí miles de miradas silenciosas

En un solar en el centro de Oradour se amontonan una veintena de vehículos. Se cree que pertenecían a miembros de las clases más acomodadas de la cercana Limoges, que los tenían escondidos en un lugar tan poco bélico para impedir que fueran requisados por los oficiales nazis. Qué injusto es a veces el destino.

Pero sin duda, la principal atracción del pueblo, desde el punto de vista más amable dentro de la tragedia, es el coche del doctor Desorteaux, que sigue allí aparcado, donde le condujeron los nazis, en la Plaza del Mercado, donde el joven médico, que además era hijo del alcalde, fue añadido al grupo de hombres que pocos minutos después fueron masacrados a tiro de fusil.

Como ya hemos dicho, se trata de un Peugeot 202, una berlina que estuvo en producción entre 1938 y 1949. Con un motor delantero de 1.133 centímetros cúbicos, de cuatro cilindros en línea, llegaba a una potencia máxima de 29,5 caballos y alcanzaba con facilidad los 100 kilómetros por hora, con una aceleración de 0 a 100 en 23,9 segundos. Su consumo, muy comedido, era de 7,5 litros cada 100 kilómetros, y su transmisión, por cable, se componía de tres velocidades más la marcha atrás.

El Peugeot 202 del doctor Desorteaux, que también fue fusilado

El 202 del doctor Desorteaux ha perdido todas sus partes blandas, como la capota y las ruedas, pero sigue allí, orgulloso, presidiendo la triste Plaza del Mercado de Oradour. Hace unos años, una ONG le aplicó una capa de barniz para que el tiempo no siguiera haciendo estragos en su carrocería, y se le asentó sobre unas piedras para que no siguiera hundiéndose. Y allí sigue, haciendo brillar su digna herrumbre al sol, recordándonos que la vida puede ser tan maravillosa como horrible, pero que aún así hay que intentar vivirla de la forma más digna y alegre posible.

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