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#HISTORIAS

69 AÑOS DE LA MUERTE DEL «PEQUEÑO BASTARDO» JAMES DEAN

#TalDíaComoHoy James Dean murió como persona y nació como mito del cine al estrellarse con su Porsche «Pequeño Bastardo» en una carretera de la California profunda. Y por ello traemos aquí el capítulo dedicado a James Dean del libro de Jesús Benítez «CRASH: los accidentes más famosos de la historia» (PoeBOOKS).

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Documental «Últimos días de un icono: James Dean»

El cine refleja, mejora o altera la realidad. Como ocurre en la vida misma, todo es interpretable. La ventaja del séptimo arte es que nadie cuestiona la inmortalidad de sus actores. Uno de los ejemplos más evidentes de rápida mitificación por el celuloide es el de James Dean. Su corta carrera, de solo tres películas, no le impidió eternizarse como leyenda de la gran pantalla, tras estrellarse con un Porsche a la temprana edad de 24 años.

Los mitos surgen de mil curiosas formas y, en algunos casos, nacen en el momento exacto de su muerte. Solo así puede entenderse que James Byron Dean, nacido en 1931, se convirtiera en mito por un trágico accidente ocurrido en 1955, sin haber tenido apenas tiempo para construir la legendaria fama que le sucedió. Su efímera actividad cinematográfica no fue pretexto para encumbrarlo como símbolo de una época que nunca llegará a eclipsarlo.

Casi un desconocido al morir

Curiosamente, el día que falleció los policías que investigaron el siniestro lo confundieron con dos famosos del momento: un fabricante de salchichas y un cantante de country. Les sonaba su nombre, pero no sabían de qué. En una América apasionada por el cine eran muy pocos los que le conocían por aquel entonces, pues ese mismo y fatídico año apenas acababan de estrenarse su dos primeras películas (Al Este del Edén y Rebelde sin causa). Lo que más extrañó a los agentes que certificaron su fallecimiento fue el plateado coche de carreras que conducía, en cuya parte trasera podía leerse Little Bastard (Pequeño Bastardo), curiosa expresión que a James Dean no le importó usar, pese a tratarse del mote con el que el actor Bill Hickman le había bautizado. Era un calificativo que, con el tiempo, adquirió tintes diabólicos y macabros.

Dean era un genio en ciernes que había terminado el rodaje de Gigante, un drama romántico del western, protagonizado, junto a James, por Elizabeth Taylor y Rock Hudson, que le valió un Oscar a su director, George Stevens, y a él mismo una nominación a título póstumo. Antes de lograr este meritorio y definitivo papel, Dean vivió turbulentas peripecias que, en muchos casos, han surgido de la imaginación desbordante de otros actores, novias y novios con los que, al parecer, compartió su fugaz vida. De hecho, si exploramos a conciencia su interesante y fecunda biografía nos asaltará la duda de qué fue cierto y qué ficción. No en vano, es así como se construyen muchos mitos: reflejando, mejorando o alterando la realidad.

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La madre de Jimmy Dean murió demasiado pronto

Un «paleto» de Indiana

James Dean nació el 8 de febrero de 1931 en Marrion, una pequeña ciudad del estado norteamericano de Indiana, aunque muy pronto se trasladó con sus padres a la localidad californiana de Santa Mónica. Hijo único en una familia de clase media, su padre, Winton Dean, alternaba la agricultura con las antagónicas prótesis dentales, a las que finalmente se dedicó por completo. En cambio su madre, Mildred Winslow, solo ejerció labores de ama de casa, aunque también de forma efímera, pues falleció de un cáncer de pulmón cuando James tenía solo ocho años.

Esta trágica pérdida marcó la dura infancia de Dean que, junto al féretro materno, fue enviado de vuelta a Indiana y a la América profunda, esta vez a Fairmount, pueblo natal de su madre, bajo la custodia de sus tíos Marcus y Ortense Winslow. Una decisión tan radical como esta pudo tener su origen en la deteriorada relación conyugal de sus padres que, supuestamente, se forjó desde el mismo embarazo, pues Winton Dean consideró ese nacimiento como un hándicap en su vida. Algunos incluso sostienen que James era “hijo bastardo”, y que por esa razón su padre le rechazaba. Tal vez por ello la madre había centrado en él todas sus atenciones. Así, de paso, disimulaba también las frustraciones, dedicándose a instruir a su hijo en actividades como el teatro. Algo que, tras morir Mildred y mudarse él a Fairmount, no dejaría de hacer. Porque Dean ya estaba predestinado a la interpretación.

Elizabeth Taylor y James Dean en el rodaje de «Gigante»

Abusos sexuales de un reverendo

En los primeros años sin su madre, el malogrado actor tuvo el apoyo del reverendo James Deweerd, que le inculcó, entre otras, la afición por las corridas de toros. Se trataba de un pastor de la Iglesia metodista, que fomentó en él la pasión por las carreras de coches y cimentó también su devoción por el teatro. En el primero de los casos, James Dean asistió con Deweerd a varias competiciones en Indianápolis y no tardó en comenzar a conducir motocicletas con gran estilo. Hay quien afirma que fruto de esta relación con el reverendo afloró la presunta homosexualidad del actor.

Sobre este hecho, la actriz Elizabeth Taylor permitió que, tras su muerte, saliese a la luz uno de sus secretos mejor guardados. Se lo reveló al periodista Kevin Sessums con la condición de que no lo sacara a la luz hasta que ella muriese, algo que ocurrió en 2011. La declaración revelada post mortem despertó incredulidad y controversias: «Cuando Jimmy tenía 11 años y su madre ya había muerto, empezó a sufrir abusos sexuales por parte del pastor de su iglesia –en alusión a Deweerd–. Creo que eso le persiguió durante el resto de su vida. Hablábamos mucho sobre ello. Durante el rodaje de Gigante pasamos muchas noches despiertos y esa fue una de las cosas que me confesó». En cualquier caso, este será otro de los misterios que rodearán para siempre la biografía del actor que, sobre su tendencia sexual, fue muy explícito en una ocasión: «Yo no voy andando todo el día con una mano pegada al trasero».

Con gafas… y sin dientes

En los años de aquellos presuntos abusos, James Dean estudiaba secundaria, alternando el baloncesto con el béisbol, sin brillar en ninguna de estas disciplinas, pues tenía el hándicap de que usaba gafas. De hecho, los deportes no le trajeron nunca fortuna, porque practicando una de estas actividades se partió los dientes delanteros y tuvo que llevar implantes el resto de su vida. Tasha Martel, una de sus novias, recuerda sobre este hecho que «resultaba algo impactante verlo sin dientes, pero él solía bromear metiendo los postizos en el vaso de alguien que se descuidaba». El propio Dean reconoció en una ocasión: «Soy un diablillo terriblemente patoso y tan intenso que no entiendo cómo la gente puede soportar estar conmigo en la misma habitación. Yo no me soportaría, de eso estoy seguro».

Dean, en el Actor’s Studio

Buscarse la vida en L.A.

A los 18 años se trasladó a Los Ángeles para estudiar en la Universidad de California, algo que, aparentemente, se vio obligado a hacer para contentar a su padre. Este había iniciado ya una nueva relación con otra mujer y no mantenía un estrecho contacto con James que, lejos de centrarse en las exigencias universitarias, buscaba su futuro y realización personal en el teatro. Pese a no participar en muchas obras, pasaba todo el día ensayando y caracterizando personajes.

En la universidad conoció a William Bast, con el que compartió apartamento y la afición teatral, pues James acababa de matricularse en Arte Dramático. Bast se refiere a él con el diminutivo de Jimmy, apodo que también usaban sus amigos y conocidos: «Jimmy era nuevo y no conocía a nadie en el campus de la universidad. Le tocó el papel de Malcolm en la obra de teatro Macbeth. Estuvo terrible, no pudo hacerlo peor. Yo trabajaba en aquellos ensayos y pregunté a mis compañeros quién era aquel palurdo de Indiana con ese horrible acento». Pero, poco tiempo después William tuvo que rendirse a Jimmy ante su genialidad.

De hecho, Bast ha sido decisivo en el legado biográfico de Dean, como lo demuestran sus diversos libros, guiones para televisión y producciones cinematográficas basados en la vida del actor en los que que relata los detalles que el puritanismo sexual de su época no permitían: «A James le gustaba experimentar, se ocultaba tras la excusa de la actuación y de lo que el actor necesita, como dijo Stanislavsky, experimentarlo todo. Así que pudo haberlo probado todo. ¿Cuál era su preferencia? No quisiera especular sobre eso. Solo opino desde mi punto de vista y sé que tuvo muchas experiencias en ambos casos».

La primera aparición de Dean en una pantalla fue… en un anuncio de Pepsi-Cola

Nueva York… y debut en TV y cine

En 1950 Dean se mudó a Nueva York e ingresó en la mítica academia Actor’s Studio. Pronto entabló relación con Rogers Brackett, un conocido productor que, supuestamente, mantuvo una intensa relación amorosa con James, permitiéndole acceder a algunos contratos y abandonar supuestos trabajos que se le atribuyen, como el de conductor de un camión frigorífico que, al parecer, se vio obligado a desempeñar. Su primera aparición en televisión fue un anuncio de Pepsi Cola, y el debut como actor llegó en 1951 con un breve papel en la serie televisiva Family Theatre, interpretando a Juan el Apóstol. También protagonizó otras series de televisión de mayor y menor calado, mientras que su primer papel en el cine fue como extra en la película A bayoneta calada (1951) y ¡Vaya par de marinos! (1952), junto a Dean Martin y Jerry Lewis, o en la comedia musical ¿Alguien ha visto a mi chica? (1952), con Piper Laurie y Rock Hudson. Incluso apareció como espectador de fútbol en Un conflicto en cada esquina (1953), que contaba con John Wayne y Donna Reed como estrellas.

Entre 1952 y 1954 James Dean participó en 17 series televisivas. Por aquel entonces tuvo relaciones con diversas mujeres que se han atribuido romances con él. Entre todas ellas tuvieron especial relevancia las actrices Barbara Glenn y Dizzy Sheridan. Esta última reconoció abiertamente que «Jimmy no diferenciaba entre practicar el sexo con un hombre o una mujer. No le daba tanta importancia, era algo secundario». Precisamente, en 1954 Dean actuó finalmente en Broadway con El Inmoralista, basada en la obra de André Gide, interpretando el papel de un chico que seducía a un homosexual casado con una mujer.

Al Este del Edén, primera gran película

Por esta controvertida última actuación James Dean fue considerado el actor revelación del año y, de este modo, consiguió también su primer papel en Hollywood. El director Elia Kazan, que acababa de rodar con Marlon Brando Un tranvía llamado deseo, contrató a James Dean para interpretar el rebelde papel de Cal Trask en Al Este del Edén. Con ese fin, el actor se mudó en marzo de 1954 a Los Ángeles, comenzando el rodaje en el mes de mayo. Había llegado el momento de mostrar al mundo su genialidad, o como él dijo alguna vez, «sea lo que sea que llevo dentro de mí y que me hace ser lo que soy, es como una película. Y estas solo funcionan en la oscuridad; si las abres del todo y entra la luz, las matas». Eso sí, también dejó claro que su «propósito en la vida no incluye el deseo de enamorar a toda la sociedad».

Muchos fueron los calificativos que acaparó James desde su irrupción en el séptimo arte. Se había granjeado fama de atormentado, excéntrico, necio o arrogante, pero todos coincidían también al reconocer que había nacido para ser actor. Así lo demostró con creces en la exitosa Al Este del Edén, considerada la mejor de las tres únicas películas que rodó. El papel le venía como anillo al dedo. En un principio, Elia Kazan se planteó contratar a Marlon Brando para interpretar el personaje de Cal Trask. Pero finalmente se decantó por Jimmy Dean, sobre todo porque era más joven que el consagrado Brando. No eran pocos los que consideraban que James imitaba a Marlon, pero él lo negaba: «La gente decía que me parecía a Brando al actuar; no es que me enfade, pero tampoco me halaga». Puede que estas desavenencias tuvieran su origen en las continuas llamadas que, supuestamente, Jimmy realizaba a casa de la afamada estrella para que le prestase algo de atención. Este nunca le respondió, pues entendía que Dean imitaba su estilo de vida. Se dice que en una ocasión tuvieron incluso un roce en el que Marlon le invitó a visitar al psiquiatra para corregir sus problemas emocionales.

La perenne cara de intensito de Jimmy

Quizá los conflictos personales permitieron a James Dean bordar con brillantez su papel en Al Este del Edén. Los actores de aquella época tenían que vivir sus personajes como si fuesen ellos en realidad y nunca más volviesen a ser lo que fueron. Sus rostros, ojos, labios, manos… tenían que expresar un realismo vigoroso, Tenían que proyectar los gestos con persuasión, siguiendo un sinfín de descarnados primeros planos. Dean protagonizó una actuación inmejorable, mostrándose como un rebelde atormentado, inadaptado e infeliz.

Basada en la magnífica novela de John Steinbeck, Al Este del Edén se trataba de una película muy elaborada, con atractivas escenas, plenas de tensión y diálogos cargados de fuerza interpretativa. No en vano, se trata de un drama que ejemplifica los conflictos generacionales, recreando el rechazo que sufre un hijo (James Dean) por parte de su padre (Raymond Massey), provocándole celos con adoración hacia el hermano de James en la ficción (Richard Dávalos). Ambos recreaban con gran virtuosismo la pugna bíblica entre Caín y Abel. La imagen de Cal Trask rogando sin éxito el amor paterno cautivó a los jóvenes de la época.

Pier Angeli, su gran amor perdido

Durante aquel rodaje James se enamoró perdidamente de la actriz Pier Angeli, que por aquel entonces rodaba la película El cáliz de plata. Pero la madre de la actriz no aceptaba la relación con su hija, que finalmente se casó con el cantante y actor Vic Damone. Preso de la ira, Dean acudió a la ceremonia, pero se quedó a las puertas de la iglesia, acelerando su moto con rabia para intentar abortar el enlace. Jimmy quedó sumido en la amargura, hasta el punto que ni acudió al estreno de Al Este del Edén, el 9 de marzo de 1955, dejando plantadas a estrellas tan simbólicas como Marilyn Monroe o Marlene Dietrich. Hay quienes afirman que esa ruptura amorosa marcó para siempre a Dean, que nunca llegó a superarla. Pier Angeli, por su parte, tampoco tuvo mejor fortuna, pues se divorció tres años después de la boda y se suicidó en 1971. El director Elia Kazan señaló que Jimmy «siempre tuvo relaciones inciertas».

Rebelde sin causa, segunda película

Nicholas Ray contrató a James Dean para Rebelde sin causa, que comenzó a rodarse el 28 de marzo de 1955. Inicialmente, la película se había previsto en blanco y negro, pero el gran éxito de Al Este del Edén les llevó a producirla finalmente en technicolor y cinemascope para la Warner. Se filmó en el tiempo récord de dos meses, en los que el actor interpretó el papel de Jimmy Stark, un muchacho conflictivo que, como hijo único, obligaba a su familia a constantes cambios de ciudad por sus continuas peleas. «Por regla general, se admite que los delincuentes son niños de origen humilde que se convierten en criminales porque han crecido en la miseria. En realidad, el joven delincuente que ocupa casi todos los días las páginas de los periódicos es a menudo el chico de enfrente, el hijo de una respetable familia burguesa, que va a un buen colegio, y cuyos padres no logran explicarse cómo ha podido llegar a este punto, ya que ellos siempre le dieron todo lo que necesitaba. Mi hijo mayor, que por entonces también tenía sus problemas, me proporcionó la que quizá sea la mejor definición: el delincuente juvenil es el que se deja atrapar», señaló cual acertada sinopsis de la obra su director, Nicholas Ray.

La suicida carrera de «Rebelde sin causa»

James Dean sostenía que «cuando sabes que un personaje puede dar más de sí, pero no sabes qué es, hay que caminar por la cuerda floja buscándolo». Tal vez eso fue lo que puso a gala en Rebelde sin causa, una película dramática que, curiosamente, incluía una competición a vida o muerte en coche contra otro joven rival, que finalmente fallecía en el reto de ver quién de los dos frenaba o se tiraba del vehículo antes de llegar al borde de un precipicio. James interpretaba al protagonista principal, Jimmy Stark, un muchacho desquiciado, mentiroso compulsivo e indomable, perfecto para que el actor le sacase todo el jugo de su calidad artística con escenas borracho, atormentado y agresivo, siempre perdido e irracional. En este filme se enamoraba de Judy (Natalie Wood) y formaba un trío de convulsas peripecias con Platón (Sal Mineo), por la que este último actor fue candidato a un Oscar gracias a su formidable y trágico papel.

Gigante, tercera y póstuma película

En mayo de 1955, afectado aún por su reciente crisis sentimental, James Dean se desplazó a la frontera con México para el rodaje de su última película, Gigante, de George Stevens, en la que comparte reparto con Elizabeth Taylor y Rock Hudson. Se basaba en la novela homónima de Edna Ferber, una crítica abierta a la discriminación, el racismo y las diferencias de clases. Reflejaba las vicisitudes históricas de una acomodada familia ganadera que en un principio se negaba a cambiar su tradición por las prospecciones petrolíferas. Jimmy Dean interpretaba el papel de Jett Rink, un nuevo calco de su personalidad polémica, solitaria y controvertida, algo que el propio James describía de forma muy gráfica: «No puedo cambiar la dirección del viento, pero sí ajustar las velas para llegar a mi destino».

El actor encarnaba otra vez a un personaje rebelde, en este caso, con su jefe, Jordan Benedict (Rock Hudson) que se había casado con Leslie (Elizabeth Taylor). Cuando a Rink le dieron la oportunidad de buscar petróleo en una pequeña finca, su suerte cambió y se convirtió en un poderoso magnate del llamado oro negro, rivalizando permanentemente con su anterior patrón. El drama y la crítica conviven en Gigante, aderezados con el amor no correspondido de Jett Rink hacia Leslie y, posteriormente, con una de las tres hijas de esta. En general, una película llena de metáforas que se estrenó en 1956. Para entonces, James Dean ya había dejado este mundo y se había convertido en leyenda. Las tres únicas películas que protagonizó hasta su muerte describen en gran parte la personalidad real del actor, su carisma y, por supuesto, su condición de mito. Pero si encontró la fama gracias a la muerte, esta parece sacada de un perverso guion dramático, como si hubiese sido escrito a conciencia para mitificarlo de forma súbita. Fue un golpe o fatalidad del destino, una horrible tragedia sucedida en 1955, que obliga a contextualizarla con minuciosidad.

Dean con su 356 Speedster en plena carrera

Un loco de las carreras de bólidos

Su productora, la Warner, no veía con buenos ojos que Dean se jugase la vida en las carreras automovilísticas, impidiéndole por contrato la participación en competiciones durante los rodajes. Aún así, dos años antes de su desgraciada muerte adquirió su primer coche deportivo, un MG TD de color rojo que entusiasmó a sus compañeros de reparto en Al Este del Edén. Para corroborar su pasión por la velocidad, ese mismo año 1953 adquirió también la moto más excepcional del momento, una Triumph T-110 de 650 cc. Poco después adquirió el Porsche 356 Speedster, con el que acabó segundo en las Palm Spring Road Races y primero en la clasificación de novatos.

Jimmy también le daba a la muñeca

De este modo afrontaba con gran motivación la temporada 1955. Su buena racha le llevó a repetir un tercer puesto en la prueba de Bakersfield, siendo primero de su categoría. En mayo de ese mismo y fatídico año, mientras se estrenaba Rebelde sin causa, abandonó la carrera de Santa Bárbara por rotura del motor de su Porsche. Pero lejos de tirar la toalla, decidió cambiar de coche, iniciando así el trágico desenlace de su vida.

El Porsche 550 Spyder «Pequeño Bastardo»

James Dean acababa de terminar el rodaje de Gigante, su tercera película, e intentaba ampliar fama en la competición automovilística. Quería resarcirse cuanto antes del percance sufrido en la carrera del Memorial Day, donde las excesivas revoluciones de su Speedster le hicieron retirarse de esa prueba. Por ello, no dudó al adquirir el Porsche 550 Spyder, una auténtica revelación en aquella época que, a la postre, le condujo a la inmortalidad.

Se trataba de un pequeño deportivo biplaza con propulsión trasera, caja de cambios de cuatro velocidades, motor de cuatro cilindros y 1.498 c.c., que otorgaban una potencia de 110 caballos, capaces de alcanzar una velocidad máxima de 225 km/h. Casi podía volar, pues solo pesaba 550 kilos, contando con un ligero chasis y carrocería de aluminio. Parecía como una flecha plateada, de la que Porsche solo fabricó 90 unidades y vendió únicamente 78. James Dean pagó por él 3.000 dólares, previa entrega también de su anterior modelo Speedster.

Obi-Wan Kenobi predijo la tragedia

El propio Dean se encargó de personalizar el vehículo, reclamando los servicios de George Barris, célebre por sus preparaciones de coches para innumerables películas, que dispuso unos asientos de cuero rojo y pintó el número 130 en las puertas y el capó. Otro preparador se encargó de estampar la frase Pequeño Bastardo (Little Bastard) en la parte trasera del 550 Spyder. Acabada la obra, James Dean mostró su bólido de carreras al actor Alec Guinness, famoso por su personaje de Obi-Wan Kenobi en La Guerra de las Galaxias. La opinión profética del actor británico sobre el vehículo resultó apocalíptica: «Me parece siniestro. Si te montas en ese coche, te encontrarán muerto en una semana». Quién iba a decir que siete días después se cumpliría este funesto augurio.

Campaña televisiva de James Dean para «prevenir accidentes»

También resultó paradójico que, poco antes del fatal desenlace, Dean participó en una campaña televisiva para prevenir accidentes. Vestido de vaquero, con aspecto alicaído y mirada esquiva, casi atormentado, sentenciaba: «La gente dice que correr es peligroso. Yo solía correr mucho, tomaba riesgos innecesarios. Empecé a competir y ahora soy muy prudente. Más aún de noche, porque no sabemos cómo lo harán los demás. Prefiero hacerlo en una autopista a correr en una carretera» y, mientras hacía mutis por una puerta, casi de soslayo, balbuceaba: «Conduce con cuidado, la vida que salves puede ser la mía». Quién le iba a decir que sus palabras vaticinaban lo peor. Quizá por su cabeza solo pasaba el deseo de competir y ganar en la carrera que estaba a punto de iniciar. Su coche de competición le estaba esperando.

Una decisión fatal

En un principio, el nuevo Porsche debía ser trasladado a la carrera de Salinas en un Ford Country Squire, remolque que Dean compró para tal fin. Pero el actor se obstinó en conducirlo para adaptarse a sus peculiaridades. El preparador del coche, George Barris, recuerda muy bien lo ocurrido: «Cuando preparamos la camioneta que llevaría su coche a la carrera de Salinas, James nos dijo que él prefería ir al volante. Yo le dije que eran 500 kilómetros de distancia, que no debía hacerlo, era mejor dejarlo para la carrera. Él dijo que no, así que no pude evitarlo. Creo que el destino nos llega a todos, sea por cáncer o accidente. Ese día él estaba predestinado, porque la camioneta para llevar su coche hasta la carrera estaba preparada y él bajó el coche de ella para conducirlo».

La última foto de James Dean con vida

Así llegamos al fatídico viernes 30 de septiembre de 1955. Diversas personas dicen haber cenado con él la ultima noche que, según describe Eric Frattini en su libro Muerte a la carta (PoeBOOKS), consistió en una frugal tarta de manzana con un vaso de leche. Lo cierto es que, ese día, nadie madrugó. El desdichado trayecto se inició a la una y cuarto de la tarde en Hollywood Ranch Market, donde James Dean se ponía al volante del Porsche 550 Spyder, El actor arrancó el coche fumando su clásico cigarrillo, que siempre se le escurría por la mejilla. A su lado, encadenando también cigarrillo tras cigarrillo, viajaba Rolf Wütherich, prestigioso mecánico alemán. Tras ellos seguían sus pasos en el mencionado remolque dos amigos de James: Bill Hickman, especialista en escenas de acción con coches; y el fotógrafo Sanford H. Roth, que pretendía realizar un reportaje sobre la otra vida de Dean en las carreras.

A las dos de la tarde echaron gasolina en Ventura Boulevard y se dirigieron hacia el norte por la autopista estatal 99. Una hora y media después ocurre un hecho inesperado: James Dean fue multado por exceso de velocidad al sur de Bakersfield. El policía que le sancionó se llamaba Otie Hunter y fue muy preciso al rememorar lo ocurrido: «En la multa puse que iba a 105 kilómetros por hora, pero seguro que circulaba muchísimo más rápido en una zona limitada a 86. Era imposible precisar a qué velocidad iba. Incluso multé también por exceso al remolque que le seguía. Les dije que fuesen más despacio». Ante este hecho, decidieron utilizar la Ruta 166/33, menos conflictiva y habitualmente utilizada por otros pilotos para dirigirse a las carreras de Salinas. Este era el caso de Lance Reventlow y Bruce Kessler, con los que James se detuvo en Blackwell’s Corner, para volver a echar gasolina, tomar un refresco y cambiar impresiones.

El lugar del accidente de James Dean

A las 15:45 horas, Dean subía nuevamente a su Porsche y se dirigía hacia el oeste por la Ruta 466. James puso algo de distancia con el remolque, tal vez comenzaba a sentirse compenetrado con el vehículo, o quizá excesivamente confiado. Hay quien afirma que el coche era invisible por su color plateado y tamaño diminuto. Todos estos factores, o puede que solo la fatalidad del destino, hicieron que a las 17:45 de ese trágico 30 de septiembre de 1955 James Dean se estrellara y perdiera la vida en una polvorienta carretera cercana a Cholame.

Recreación del fatal accidente

Un impacto brutal y mortal

El fatal desenlace se produjo por el brutal impacto de su Porsche 550 Spyder contra un Ford Custom Tudor coupé del 50. Lo conducía Donald Turnupseed, un estudiante de 23 años que se dirigía desde Cal Poly a su ciudad natal de Tulare, ambas de California. En una larga vía de doble sentido el conductor del Ford pretendía girar a su izquierda en plena carretera para incorporarse a un cruce, pero antes debía esperar el paso de James Dean, que circulaba en dirección contraria con su Porsche y que, lógicamente, tenía preferencia. No existían señales de tráfico, ni semáforos que regulasen las maniobras, solo el supuesto sentido común. Al parecer, según el copiloto de Dean, las últimas palabras del actor antes del choque fueron: «Nos ha visto, tiene que pararse»… pero no lo hizo, ni James pudo evitarlo. Ambos coches se estrellaron de medio lado y el Porsche acabó estampado en la cuneta. La colisión fue devastadora para Dean que, con el cuello roto e irreversibles lesiones internas, tardó una hora en morir sin que nadie pudiera remediarlo.

El modelo Ford Custom Tudor coupé del 50

Supuestamente, su pie izquierdo quedó atrapado entre el embrague y el pedal
del freno.
De no ser así, su cuerpo podía haber volado literalmente, al tratarse de
un descapotable y la propia inercia del golpe a gran velocidad. Su copiloto, Rolf
Wütherich, sí tuvo esa “suerte”
, pues salvó la vida al salir despedido por los aires,
quedando inconsciente y herido de gravedad. En cambio, Donald Turnupseed resultó prácticamente ileso. Todos fueron trasladados al Robles War Memorial Hospital de El Paso, ubicado a 45 kilómetros del accidente. A las seis y veinte minutos de la tarde Robert Bossert, médico de urgencias, decretó la muerte de James Dean. A esa hora nació un mito al que atribuyen la frase «vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver».

Todo hacía indicar que ambos vehículos circulaban a gran velocidad. El Porsche quedó prácticamente pulverizado. Fue un impacto lateral entre los dos coches, no frontal, como si el actor hubiese intentado esquivarlo en el último instante. El conductor del Ford declaró que no vio el coche de James acercarse, que su perfil era prácticamente invisible. Sostenía que su figura baja, pequeña y plateada era imperceptible en la distancia, tal vez por la influencia negativa que ejercían en él los rayos del sol. Solo se dio cuenta de su presencia cuando se produjo el impacto.

James Dean es evacuado tras el mortal golpe

Algo debió ocurrir para ese giro mortal

De hecho, las fotografías que se tomaron en el lugar del accidente evidenciaban la trascendencia y peculiaridad del choque. Una simple recreación del accidente nos permite una lógica deducción: imaginemos que transitamos por una vía recta de doble sentido, y que un vehículo se acerca a nosotros en dirección contraria, ¿se atrevería a hacer un giro a la izquierda en el momento en que ese coche va a cruzar a su lado? Por supuesto que no. No solo porque está prohibido. No solo porque es irracional y suicida. No solo porque va contra el sentido común, la lógica e incluso la física. Da lo mismo que por aquel entonces no hubiese señales de tráfico o semáforos, es una acción que no tiene ni pies ni cabeza. Por ello, algo debió ocurrir para que Donald Turnupseed no viese el Porsche de James Dean. Puede que este último circulase a una velocidad tan elevada que el primero nunca creyó posible que le diera tiempo a cruzarse con él y se atrevió a girar pensando que le daba tiempo, invadiendo así fatídicamente el carril contrario y provocando el choque mortal con la mítica estrella del cine.

El lugar del accidente según lo veía Dean (izquierda) y Turnupseed (derecha)

Ernie Tripke fue uno de los policías que asistieron al actor en el accidente. Al conocer su nombre, lo confundió con un fabricante de salchichas de nombre similar. Su relato es muy descriptivo: «James todavía estaba vivo cuando fuimos a socorrerlo, pero obviamente tenía el cuello roto. No estaba desangrado ni destrozado, como he leído. Parecía estar en forma bastante normal, a excepción de algunas abrasiones, y por supuesto con el cuello fracturado». Despejando rumores o conjeturas sobre las causas del siniestro, Tripke fue tajante: «No tuvimos ningún indicio de que el alcohol estuvo involucrado en el accidente. Era costumbre un análisis de sangre que se realiza en todos los conductores fallecidos, y la sangre de Dean dio negativo para el alcohol».

Ron Nelson fue otro de los policías que intervinieron en aquel choque brutal. Participó activamente en la investigación y sostenía que «el estudio de las marcas de neumáticos indicó que James Dean no iba a más de 55 millas por hora a través de la intersección (88,5 km/h), que era la velocidad legal. He escuchado gente decir que iba a 90 millas por hora (144,8 km/h), pero no es cierto». Ambos agentes coincidían al afirmar que «si el Porsche del actor hubiera tenido sus luces encendidas o hubiese hecho señales de alerta, Turnupseed lo habría visto y no hubiera girado en su carril». Algunos se preguntan si el coche tenía o no claxon y, si contaba con él, por qué no lo utilizó.

Así quedó el Ford Custom Tudor de Donald Turnupseed

«Muerte accidental, sin intención criminal»

Para esclarecer lo ocurrido, el 11 de octubre de 1955 se llevó a cabo una investigación oficial en el Palacio de Justicia de San Luis Obispo (California). Participaron varios testigos y, por supuesto, Donald Turnupseed, conductor del Ford Tudor implicado. Este sostuvo que Dean circulaba a una velocidad muy superior a la permitida, que excedía sobradamente el límite legal y que ni se dio cuenta de su presencia hasta que ambos se estrellaron. Incluso declaró que pudo ver claramente el cuerpo del copiloto salir lanzado por encima de su Ford, clara evidencia de un impacto a gran velocidad. El veredicto del jurado fue simple y claro: «Muerte accidental, sin intención criminal». Aún así, el sentir general culpabilizaba de esa muerte a Turnupseed, que nunca concedió ni una sola de las miles de entrevistas que le solicitaron. Murió de cáncer de pulmón 40 años después del accidente, sin mencionar absolutamente nada del mismo, fue una auténtica tumba hasta el final de sus días.

Un factor negativo a la hora de encontrar explicaciones al accidente fue el hecho de que Rolf Wütherich, copiloto y mecánico de James Dean, quedó inconsciente durante cuatro días, con la mandíbula y varios huesos rotos. No recordaba nada; quedó traumatizado para siempre. Su vida posterior resultó igualmente trágica, sumido en una profunda depresión y alcoholizado, intentó suicidarse en varias ocasiones y pretendió asesinar a su mujer asestándole 14 puñaladas. Paradojas del destino, murió en otro accidente de tráfico, al colisionar con una vivienda en su Alemania natal.

La tumba de James Dean: besos de pintalabios y cigarros

Iniciando un cúmulo de extrañas casualidades, el ataúd de James Dean fue enviado a Fairmount (Indiana), macabra coincidencia con el viaje que el propio actor hizo en su día con el féretro de su madre a la localidad natal de ella, tras quedarse huérfano de madre con solo ocho años de edad. Su funeral se celebró el 8 de octubre de 1955, y asistieron tres mil personas. En la actualidad se cuentan por millones las personas que visitan la tumba del actor y el monumento en su memoria que se construyó en la ciudad californiana de Cholame, muy cerca de las carreteras 46 y 41, donde ocurrió el fatal siniestro.

La «maldición del Pequeño Bastardo«

Cual misteriosa película de corte paranormal, se ha especulado hasta la saciedad con la supuesta “maldición del coche bastardo”. Lo cierto es que la sucesión de hechos que precedió al Porsche 550 Spyder de James Dean parecen sacados de un guion sobre fenómenos extraños o paranormales. El vehículo siniestrado fue adquirido, precisamente, por el “customizador” hollywoodiense George Barris, encargado de prepararlo para James antes de que iniciara su último viaje. El diseñador pagó 2.500 dólares por los restos del coche, e intentó hacer negocio.

El «Pequeño Bastardo», atracción de feria

La suerte de desgracias comenzaron durante la reconstrucción del Pequeño Bastardo. Al bajarlo de la grúa que lo transportó al taller de reparación, se cayó y partió las piernas a un mecánico. Fue solo el comienzo de una cadena de infortunios. Dos médicos, Troy McHenry y William Eschrid, adquirieron diversas partes del coche y se dispusieron a usarlas en sus propios vehículos de carreras. El primero ensambló el motor y murió tras estrellarse contra un árbol, mientras el segundo, que usó la transmisión de Dean, sufrió un vuelco inexplicable y sufrió heridas de gravedad.

Puestos a generar invenciones o supuestas coincidencias, hay quien afirma que otro piloto perdió la vida al estallar en carrera los neumáticos que adquirió del coche de James Dean. Pero eso no es todo, porque el Porsche reconstruido fue expuesto en Fresno, siendo el único vehículo que no sufrió daños en un incendio de las instalaciones donde se exhibía. En una posterior exposición en Sacramento se afirma que el coche cayó también sobre un estudiante, fracturándole la cadera. Incluso se ha hablado de muertes de camioneros en diversos transportes del Maldito Bastardo. Hasta un ladrón afirmó haberse fracturado un brazo al intentar robar el volante del malogrado Spyder 550 que, finalmente, se dio por perdido en un traslado y, pese a diversas investigaciones con recompensas millonarias, nunca ha vuelto a aparecer.

El lugar del accidente de James Dean, hoy

Dean, ¿mito gracias al accidente?

Existen innumerables biografías, documentales y libros inspirados en la leyenda de James Dean. Tantos, que parece haber encarnado múltiples vidas distintas, con diferentes personalidades y caracteres en una misma. Parece como si fuese, en uno solo, todos los personajes que interpretó en su corta y exitosa carrera artística. Pero, ¿quién fue en realidad? Nadie se pone de acuerdo. Los hay que lo consagran como la más efímera de las estrellas de Hollywood, y quienes consideran a Dean un mito por accidente. Él mismo afirmó una vez: «Si un hombre consigue seguir vivo después de morir, entonces es que fue un gran hombre».

(Capítulo 1 del libro CRASH, los accidentes más famosos de la historia (PoeBOOKS, 2016), escrito por Jesús Benítez). A la venta en www.loslibrosnomuerden.com. Debajo, el capítulo de James Dean en PDF.

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